Pulgarcita


Había una mujer que deseaba tener un hijo, pero como no podía concebirlo fue a ver a un hada para que la ayude. Esta, le dio una semilla para que la plante en una maceta.
Al poco tiempo creció una hermosa flor, al abrirse apareció adentro una niña del tamaño del dedo pulgar; razón por la cual la llamó Pulgarcita.


Con la mitad de la cáscara de una nuez le construyó una cuna y la tapó con un pétalo de una rosa. Durante el día la niña jugaba en la mesa de la cocina, había un plato hondo lleno de agua en el cual navegaba sobre una hoja.


Una noche, mientras Pulgarcita dormía, entró por la ventana un sapo, al ver a la niña tan hermosa pensó que sería una buena esposa para su hijo. Con mucho cuidado para no despertarla se la llevó dormida dentro de la nuez.


Al llegar al estanque, el hijo del sapo que era muy feo, se enamoró de ella y decidió casarse cuanto antes. Pusieron a Pulgarcita encima de una hoja de nenúfar que flotaba sobre el agua y se llevaron la nuez para preparar la habitación nupcial.


La niña sin posibilidades de escapar, lloraba desconsoladamente rodeada de peces que intentaban consolarla. Estos decidieron que debían ayudarla y se hundieron hasta llegar a las raíces de la planta, con sus diminutos dientecitos las cortaron hasta que la hoja quedó desprendida y se alejó con la corriente.


Navegó por lugares muy lindos y conoció muchos pájaros que en cuanto la veían tan preciosa le regalaban bellísimas canciones.


Una tarde, un abejorro que la vio, se enamoró de Pulgarcita y se la llevó volando hacía el árbol donde vivía. Sus amigos y familiares se burlaron de ella porque al no ser de su especie la consideraban fea, así que el abejorro desilusionado la bajó y la dejó sobre el césped.


Pulgarcita no tuvo otra alternativa que vivir sola, caminando de un lado a otro y alimentándose de pétalos de flor. Hasta que llegó el invierno y con él, el frío y la nieve. Pulgarcita se empezó a desesperar por encontrar un refugio para sobrevivir al temporal.


Con mucho esfuerzo, por andar sobre los copos de nieve que eran de un tamaño mayor a ella, llegó a un campo de trigo donde encontró una cueva de una rata. La rata al ver a Pulgarcita hambrienta y con la cara y el cuerpo helado, la invitó a entrar y le convidó una sopa calentita.


La casa de la rata tenía todas las comodidades para pasar el invierno: abundante comida almacenada, una temperatura cálida y un comedor grande para descansar. Luego de terminar la comida se sentaron a hablar y Pulgarcita le narró su historia. 


La rata sintió pena por la niña, y como le resultaba una compañía agradable le ofreció quedarse hasta la primavera a cambio de ordenarle la casa y contarle cuentos todos los días para entretenerse.


Los días pasaban y las dos se convertían en amigas más íntimas. Un día la rata le habló de su vecino que iría a visitarlas, era un topo ciego muy distinguido, inteligente y rico.


- Sería un candidato ideal para que te cases con él – le aconsejaba la rata.
Llegó la tarde en que el topo fue a visitar a su amiga, la rata le pidió a Pulgarcita que narrara algunas historias para que el topo las escuchase. La rata conocía a su vecino y sabía que al escuchar con la simpatía y la gracia que contaba los cuentos, el topo se enamoraría de ella; cosa que definitivamente sucedió.


El topo había construido un pasadizo entre su cueva y la de la rata con la idea de pasear por él durante el frío invierno, invitó a sus amigas a pasear también y les advirtió sobre un pájaro muerto que había encontrado camino a su casa. 


- Que suerte que no somos pájaros, llega el invierno y mueren de hambre, de frío, no como nosotros que somos más fuertes – comentaban la rata y el topo riendo. Pero a Pulgarcita no le causaba gracia, durante su viaje los pájaros la habían alegrado con sus cantos y se sentía agradecida por ellos.


Pulgarcita, esperó a que todos estén dormidos y fue a ver al pájaro. Cuando estuvo cerca de él se dio cuenta que todavía respiraba, entonces lo tapó y noche tras noche le llevaba comida, agua y se sentaba a su lado para hacerle compañía. Hasta que llegó la primavera y el pájaro, que resultó ser una hermosa golondrina, se recuperó como para volver con los suyos.


Mientras tanto, el topo le propuso a Pulgarcita casamiento, y a pesar de que ella lo rechazó, la rata la alentó a no desaprovechar tal oportunidad y comenzó junto a las arañas a tejer el ajuar de bodas.


Una noche,  Pulgarcita le contó a la golondrina su desgracia de tener que casarse con alguien a quien no amaba, la golondrina meditó unos segundos y le respondió:


- Deseo agradecerte por cuidarme, ven conmigo, te puedo llevar lejos donde puedas comenzar una nueva vida, a un lugar donde siempre veas el sol y los árboles y no junto al topo donde vivirás siempre bajo tierra.


- Gracias – les respondió Pulgarcita que extrañaba esa vida al aire libre – la rata ha sido muy buena conmigo y sé que piensa en mi bien, no puedo dejarla sola. – Y de esta manera se despidieron y la golondrina voló hacia el cielo celeste a buscar a sus compañeras.


Se acercaba el día de la boda y Pulgarcita no sabía que hacer: no quería defraudar la amistad con la rata ni tampoco quería casarse con el topo.
 Un día, le dijo a la rata que subiría para ver el sol por última vez antes de casarse, y cuando estaba entre las flores, admirando un paisaje repleto de los más bellos colores y aromas, empezó a correr sin mirar atrás, con culpa pero convencida de que era lo mejor para ser feliz.


- Pulgarcita, Pulgarcita – escuchó que alguien le gritaba.
Miró hacia el cielo desde donde venía la voz y vio a su amiga golondrina que le sonreía. Se subió en su espalda y volaron junto a otras golondrinas por muchos lugares hasta que llegaron a un sitio como nunca antes había estado: todas las especies de flores y árboles abundaban en él, su amiga la bajó hasta posarla en una flor y la invitó a vivir allí.


Qué sorpresa se llevó, cuando de la flor de al lado salió un hombrecito de su mismo tamaño, muy apuesto, con una corona y alas. Era el rey de las flores y en cuanto se miraron se enamoraron. Al poco tiempo se casaron e invitaron a la boda a su amiga la golondrina, el rey le dio una corona y unas alas para que pueda volar de flor en flor y juntos fueron muy felices y reinaron por años a todas las flores.